EL TABÚ DE LA HONESTIDAD: RAZONES OCULTAS PARA NO DECIR LA VERDAD

De: FERNANDO REINA

«El Tabú de la Honestidad se refiere a la inclinación de algunas personas a evitar decir la verdad en ciertas situaciones, motivadas por el miedo al conflicto, el deseo de aceptación social y la protección del ego, prefiriendo así la mentira y el engaño. ¿Por qué cuesta decir la verdad? ¿Por qué cuesta aceptar la verdad?, será, ¿qué la verdad duele?».

La honestidad es la cualidad que tiene una persona en ser sincero, veraz y transparente en pensamientos, palabras y acciones, actuando con integridad y rectitud, y evitando el engaño y la falsedad.

¿Por qué cuesta decir la verdad? ¿Por qué cuesta aceptar la verdad?, será, ¿qué la verdad duele? La verdad duele, pero dignifica. Así es. Decir la verdad puede causar incomodidad, enfrentar a las personas con realidades duras o desmantelar ilusiones reconfortantes. Sin embargo, esta honestidad es fundamental para el crecimiento personal y la autenticidad en las relaciones. Aceptar y enfrentar la verdad, aunque sea difícil, permite a las personas actuar con integridad, tomar decisiones informadas y vivir de manera coherente con sus valores. Así, la verdad, pese a su potencial dolor, otorga dignidad al promover una vida honesta y auténtica, pero teniendo en cuenta las normas sociales y culturales predispuestas para hacerlo.

¿Cómo influyen las normas sociales y culturales en la disposición para decir la verdad en diversas situaciones? La honestidad, en teoría, es una virtud universalmente valorada. Se enseña desde pequeños que decir la verdad es esencial para construir relaciones sólidas y una sociedad justa. Sin embargo, en la práctica, la verdad a menudo se elude, se distorsiona o se oculta por completo. 

Este fenómeno, conocido como el Tabú de la Honestidad, revela una compleja red de razones psicológicas, sociales y culturales que explican el por qué las personas frecuentemente prefieren la mentira o la omisión de la verdad, a enfrentar la realidad con franqueza.

El tabú de la honestidad se caracteriza en principio, por el miedo al conflicto. Decir la verdad, especialmente cuando es desagradable o inconveniente, puede llevar a confrontaciones que la mayoría de las personas prefieren evitar. La naturaleza humana tiende a buscar la armonía y la paz, lo cual lleva a suavizar las palabras para disfrazar la verdad, evitando discusiones y malentendidos. Este miedo al conflicto no solo se manifiesta en relaciones personales, sino también en contextos laborales y sociales donde la franqueza podría amenazar la estabilidad y la cohesión del grupo.

Otra característica crucial del tabú de la honestidad es el deseo de aceptación social. Los seres humanos son, por naturaleza, criaturas sociales que anhelan la aprobación y el reconocimiento de sus pares. Decir la verdad, especialmente cuando es impopular o va en contra de la corriente dominante, puede resultar en rechazo o desaprobación. Este temor a ser excluido o marginado motiva a las personas a conformarse y a ajustar sus expresiones y comportamientos, aunque esto signifique ser deshonestos. En este contexto, la mentira se convierte en una herramienta para mantener la pertenencia y la aceptación dentro de un grupo social.

La protección del ego es otra razón poderosa por la que las personas evitan la verdad. Admitir errores, debilidades o fracasos personales puede ser extremadamente doloroso y humillante. La verdad puede confrontar directamente la imagen ante los demás y el orgullo, llegando a cuestionar el rol de las personas en su entorno social. Para proteger el sentido de identidad y autoestima, optamos por ocultar o distorsionar la verdad. Este mecanismo de defensa psicológica permite a las personas mantener una imagen positiva de sí mismas, aunque sea a expensas de la honestidad.

El tabú de la honestidad también está profundamente arraigado en las normas culturales. En muchas culturas, la franqueza extrema es vista como rudeza o falta de tacto. La diplomacia y la cortesía son valoradas por encima de la verdad desnuda, lo que lleva a una práctica socialmente aceptada de mentiras piadosas y medias verdades. Las normas culturales dictan cuándo y cómo es apropiado ser honesto, y en muchos casos, la verdad completa es reservada o suavizada para cumplir con las expectativas sociales de respeto y amabilidad. 

Las normas culturales establecen el manejo de la verdad en entornos políticos, donde los ciudadanos a menudo son conscientes de cómo la maquinaria política maneja a su antojo las entidades y cómo ejecuta los recursos públicos pero estos actos son «políticamente correcto», optan por el silencio cómplice por diversas razones. El miedo a las represalias puede inhibir la denuncia de prácticas corruptas o ineficientes, ya que quienes hablan pueden enfrentar consecuencias legales o sociales adversas. 

Finalmente, la lealtad a ciertos partidos o figuras políticas puede llevar a los ciudadanos a justificar o ignorar prácticas cuestionables por el bien del «equipo» o por un sentido de identidad política compartida. Estos factores combinados crean un ambiente donde la transparencia y la rendición de cuentas pueden ser sacrificadas en favor de la estabilidad percibida o la lealtad partidaria. Pero es necesario recordar: «se peca más por omisión que por acción».

Comprender estas razones ocultas permite reconocer que, aunque la verdad es un valor fundamental, su práctica está condicionada por una compleja red de motivaciones humanas porque duele, a pesar de que dignifica. Para fomentar una cultura de mayor honestidad, es esencial abordar y desafiar estos factores, promoviendo un entorno donde la verdad pueda ser expresada y recibida con respeto y aceptación.


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