¿Quién eres? ¿Quién soy?

Por: Marcela Espinosa

Esta pregunta golpea recurrentemente mis pensamientos: ¿Eres la idea difusa y vaga del amor de mi vida? ¿Soy acaso una imagen de la mujer que deberías tener en la tuya?

La idealización y el romanticismo en las relaciones amorosas, en su mayoría, terminan llevándolas directamente al fracaso definitivo.

Las relaciones amorosas no deberían ser otra cosa más que la decisión consciente de dos personas que se eligen diariamente de manera mutua, un espacio seguro donde podamos encontrar un balance entre lo bueno y lo malo que naturalmente cargamos en la maleta. Un lugar en el que podamos reír a carcajadas, donde nuestros logros sean celebrados con honestidad y orgullo no solo por nosotros sino por el otro.

Estos lazos que conscientemente y de manera libre decidimos sostener deben tener también un punto de flexibilidad y un punto de apoyo, ya que el ser inflexible con cierto tipo de situaciones y el no tener puntos de apoyo, llámense amigos, grupo de apoyo, Dios, familia o terapeuta psicológico de pareja, pueden llevarnos a caer en agujeros negros por respuestas desmedidas, mala convivencia, desacuerdos económicos, religiosos e incluso sexuales.

Es necesario recordarnos constantemente que podemos decidir mantener o no este vínculo y cómo cuidar de este.

Cuando decidimos entablar una relación con alguien y formar una familia, debemos saber qué parte de la proyección que teníamos cambia. Esto se debe a que en la etapa de conquista, dentro del noviazgo, cada uno da su mejor cara y muestra lo mejor de sí, porque queremos ser idóneos para ese ser amado.

Pero con el paso del tiempo, descubrimos que el príncipe no es tan azul e incluso puede tomar muchas veces un color verdoso, tipo sapo, y ellos descubren que lo de damiselas delicadas y en peligro es realmente una fachada.

El concepto social de las relaciones perfectas carece enormemente de veracidad, coherencia e incluso de transparencia.

Las parejas perfectas actualmente se consideran «perfectas» por lo ideal y mágico, casi idílico, de sus vidas, las cuales se exponen a través de pantallas y redes sociales.

Entonces los detalles sinceros y del alma perdieron su valía, y lo ostentoso y exagerado, de forma ridícula, asoló casi por completo lo que nacía del alma.

¿Quiénes son los culpables?

Nosotros mismos somos los asesinos de nuestras relaciones, ya que somos pioneros en llevar lo que ocurre en la privacidad del seno de nuestro hogar al mundo.

Al final, la sociedad tristemente se conforma e incluso se construye de referentes erróneos a seguir, pues se deshumaniza de cierta forma las relaciones de celebridades y artistas, estandarizando e incluso menospreciando nuestras vidas, nuestra realidad.

Un tiempo después, esas figuras públicas la c*gan, según nosotros, cuando en realidad solo se están sacando un poco la careta de perfecto que les hemos atado al cuello con tal rudeza que les ahogaba.

Por otra parte, sí debemos tener claro los papeles que vamos a desempeñar en nuestra relación y la responsabilidad de cada participante. De entrada, poner las cartas sobre la mesa, en conversaciones que a nuestro parecer son incómodas pero que maldita sea, llegan a ser tan necesarias.

Tener claras las virtudes y defectos del otro también nos permite percibirlo tal como es y nos permite mostrarnos tal como somos.

Decir abiertamente, pero de manera amena y poco tajante, lo que sentimos, nos duele, nos molesta, nos conecta y nos evita sumergirnos en un infierno y arrastrar a nuestra pareja hacia ese mismo abismo. Por ello, es necesario generar estrategias que permitan la división de gastos, las tareas domésticas y el tipo de compromiso al que asistirán juntos o por separado.

Pero todo lo anterior solo es aplicable cuando la decisión de elegir al otro es clara. Recuerda, tu pareja solo proyecta el amor que te tienes a ti mismo.

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