¿QUÉ ES MÁS GRAVE?

Cuando las sanciones disciplinarias se imponen con sevicia…

Por: El Parresiastés

El martes 11 de junio de los corrientes se dio a conocer la sanción disciplinaria impuesta al compañero de Migración Colombia que se hizo tristemente célebre por propinarle una patada a un ciudadano provocador, en una de las áreas de Migración del Aeropuerto Internacional El Dorado de Bogotá D.C., el 24 de noviembre de 2022. La sanción fue contundente y brutal: destitución e inhabilidad para desempeñar cargos públicos por el término de 12 años y 5 meses. Lo dejaron, infamemente, desahuciado para el sector público. A la deriva y en zozobra a su núcleo familiar. La unidad de muchas familias no sobrevive a esta verdadera desgracia.

La patada en cuestión que fue leve; -nada que ver con la de la imagen-, no le ocasionó ningún daño al provocador, ni cinco minutos de incapacidad; la suavidad de la patadita con la intensidad y pasión de, la de la buena suerte de Jorge Barón, no le quita al hecho lo deplorable y desafortunado.

Sin duda alguna ameritaba una sanción, pero… ¿con tal severidad?

El provocador con todos los reflectores sobre él y aprovechando el cuarto de hora de fama infinita que le otorgó la viralidad de los videos, en una manifestación más de malparidez, ante la inexistente lesión física, le quiso atribuir al hecho, falsamente, connotaciones de racismo.

Para el provocador experimentado, no era suficiente la destitución del funcionario público, tenía que conseguir su lapidación total, lo que evidentemente viene consiguiendo. A pedir de boca. Con esta sanción le quedó pavimentado el terreno para que le saque unos cuantos millones de pesos al Estado. Si la gravedad de la sanción realmente se compadece con la patada, a esta víctima inocente y ejemplar ciudadano se le debe indemnizar, de requerirlo, con no menos de mil millones de pesos ($1’000.000.000) o lo que es casi lo mismo, un milloncito de dólares.

Pagaría por ver como se tasa, en cuánto cotiza esa patada en sede contencioso administrativa. A la hora de responder el Estado e indemnizar, ahí sí devaluará la patada a sus justas proporciones, no pasando de cinco cifras.

Por un instante de enajenación mental producto de la insidiosa provocación, la ira, la sobre carga laboral y el burnout*, sin contemplaciones, se linchó a un funcionario público con mediatez e inmediatez. Se hizo trizas una vida de servicio público, hasta ese momento, intachable. Por la misma clase de personas, que históricamente, preguntados por Pilatos, eligieron liberar a Barrabás y crucificar a Cristo. La horda farisea enardecida.

A diario, los oficiales de Migración Colombia, por el simple hecho de velar por el cumplimiento de la Constitución y la Ley dentro de la órbita de sus competencias, son blanco de agresiones verbales, psicológicas y físicas. El delito de violencia contra servidor público, consagrado en el artículo 429 de nuestro código penal al parecer nos exceptúa. Lo comprobamos con frecuencia cuando abandonados por la entidad, formulamos en orfandad la denuncia penal en causa propia, tratándose de eventos acaecidos en ejercicio de nuestras funciones y como respuesta recibimos negligencia y desidia por la Fiscalía General de la Nación -y la Rama Judicial-, cuya eficiencia para archivar las causas es inigualable, inmarcesible y envidiable.

¡Un monumento a la denegación de justicia!

Creo que después de los Agentes de Tránsito, los funcionarios públicos más agredidos con impunidad ramplona y rampante son los Oficiales de Migración de Colombia. Si en los Aeropuertos Internacionales son maltratados por la “gente de bien” que presumen pasaportes diplomáticos y gozan de fila “preferencial” que se puede esperar del resto de la masa ignara.

En este país todos los días escuchamos que nos falta tolerancia. ¿Alguien conoce cuál es el límite de la tolerancia? O la tolerancia ¿debe y tiene que ser infinita? ¿Cuántos malos tratos, escupitajos, madrazos o golpes debe soportar un funcionario público como un Agente de Tránsito u Oficial de Migración para que se le conceda, atenúe o perdone el reaccionar como cualquier otro ser humano llevado al límite?

Un compañero fue cosido a patadas en el Aeropuerto El Dorado por un pasajero que le ocasionó inclusive fracturas en las costillas. El agresor se fue de rositas, no le pasó nada. En un puente internacional intentando evitar el ingreso de extranjeros que van con menores de edad con los que no tienen vínculos familiares y carentes de poder legal para cruzar la frontera con ellos fui objeto de agresión física. Una dormidita en una URI para el agresor, sale como si nada y la insulsa fiscalía archiva. Eso es lo máximo, de ahí no pasa.

De casualidad… ¿Alguien conoce un caso con condena por agresión a servidor público?

Innumerables son los casos de agresión contra servidores públicos y no pasa nada. A los directivos de nuestra entidad que deberían velar por sus funcionarios a través de políticas de protección que se requieren para estos casos y que no existen, no les interesa hacerse cargo de la responsabilidad que nos adeudan. Ni mediante seguros de vida nos han querido amparar, de los que si gozan ellos con exposiciones de riesgo ínfimas. Un trato no distintivo sino injustificadamente discriminatorio. A la paciente espera que asesinen algún compañero en Necoclí o en algún otro punto fronterizo. Ahí si tomarán medidas tardías.

Llegó entonces el día en el que un funcionario, producto de la sobrecarga laboral y preso del síndrome del burnout, no aguantó más y pegó una patada a un provocador. En un país apacible como los nórdicos, este acontecimiento como un sismo hizo temblar los cimientos de nuestra hipócrita comarca. Todos se rasgaron las vestiduras por este macabro y execrable hecho. La muchedumbre iracunda, sin contemplaciones, a través de tik tok, dictó sentencia condenatoria inmediata. Desde entonces, como cuando Pablo Escobar anotaba tu nombre en su libretica, su suerte estaba echada. Cosa juzgada.

La Procuraduría pantallera y oportunista como casi siempre, con motivación netamente farandulera hizo efectiva su potestad disciplinaria preferencial, rapándole la causa a la oficina de control disciplinario de la entidad. Como primera medida arbitraria, innecesaria pero nociva para el encartado, resolvió suspender al funcionario por tres meses, en plena época de fin de año, suspensión provisional del cargo que prorrogaría por tres meses más, sin derecho a percibir su salario durante las suspensiones. Una suspensión innecesaria e improcedente, que se usa cuando el funcionario procesado puede interferir y obstaculizar la investigación encontrándose en funciones, situación que no era del caso.

En todo el curso de este showcero proceso, el compañero fue víctima de una seguidilla de atropellos.

Lo mantuvieron en vilo casi dos años para salirle con esta perla. Para meterle como sanción la destitución e inhabilidad para desempeñar cargos públicos por 12 años y cinco meses le tuvieron que catalogar la falta disciplinaria como gravísima dolosa que da de 10 a 20 años de inhabilidad. El exabrupto viene desde el código disciplinario que de acuerdo a como se catalogó la falta, no permite una sanción menor de destitución e inhabilidad de 10 años. Los dos años y cinco meses adicionales a la protuberante aberración, ya son cortesía de la virginal y gentil Procuraduría. Un cariñito.

Estamos una vez más ante un caso de justicia ejemplarizante con los de ruana.

El conjunto de Procuradores prevaricadores que bajo la égida de Monseñor Ordoñez intentaron infructuosamente frustrar el ascenso a la Presidencia de Gustavo Petro siguen como si nada. La Procuradora actual llegó a engavetar los casos de sus secuaces, un collar de innumerables perlas que arranca con Reficar. Por lo visto es más grave una patada sin consecuencias que robarse sin pudor la plata del erario público. Ni a esos corruptos los inhabilitan por tantos años.

Un Ex Zar anticorrupción de la Fiscalía General de la Nación que resultó una RATA mayúscula, asociado con hampones que se hacían pasar por Magistrados de altas Cortes; en la actualidad es un cara dura que ejerce la nada edificante y prostituida profesión del derecho, representando al último espécimen de moda en el campo de la corrupción, un Colmedo.

Nada mejor que una rata con experiencia para guiar a otra rata a salir de la alcantarilla.

El sistema sancionatorio colombiano es tan maligno y perverso que resulta más económico, en la mayoría de las ocasiones, incurrir en una infracción penal, que cometer una falta disciplinaria.

Y más grave que un prontuario criminal es más tortuoso estar reportado en data crédito.

¡Cipote disparate! ¿Si o no, Kafka?

*¿Qué es el burnout o síndrome del quemado? El significado de «burnout» viene del inglés, y quiere decir «estar quemado». El burnout es el agotamiento mental que se padece cuando te sientes emocional, física o mentalmente exhausto o «quemado», y es la consecuencia de la sobrecarga de trabajo.


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Una respuesta a “¿QUÉ ES MÁS GRAVE?”

  1. Avatar de Alvaro Enrique Parada Villamizar
    Alvaro Enrique Parada Villamizar

    Excelente columna que describe como nuestra legislación Colombiana «tan extensa» en términos de volumen, pero tan inequitativa, excluyente e ineficiente con los derechos humanos, laborales, sociales y de defensa, por los que tienen el poder de atropellar con un influencias al de ruana o los que delinquen con el poder de ocultar, someter e intimidar a la propia justicia… Ojala el señor apele y logre un defensor que luche por una sanción justa, amparados en el derecho al trabajo y a la equidad de corregir ese castigo tan extremadamente coactivo e inhumano para él y su familia…

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