A veces, me desaparezco de mí mismo para encontrarte y sentir que el mundo pesa menos, como si tu ausencia fuera un refugio donde la soledad se vuelve más llevadera, donde tu recuerdo me acompaña y me brinda abrigo.
A veces, busco en el silencio lo dulce de tu voz, ese eco perdido en el abismo de mi memoria, de mis recuerdos y vivencias a tu lado, que me susurra paz en medio del caos, como una melodía o una canción que nunca muere.
A veces, digo que te quiero, pero en realidad te estoy amando, en cada latido, en cada suspiro, en cada rincón oscuro de mi ser, en cada lugar escondido de mis emociones, en la penumbra de mi alma donde tu luz se filtra y me consume.
A veces, sólo pienso, y todas las veces pienso en ti, en la profundidad de tus ojos, en el tacto suave de tus manos, en la dulzura de tus besos, en tu figura que me esclaviza, y en la magia de tu risa que rompe mis cadenas.
A veces, me faltan palabras y me sobran los motivos para ti, para adorarte en la penumbra de mis sueños, para expresarte lo que callo, y escupirte mis palabras más dulces, donde tu esencia se mezcla con la mía, donde mi alma anhela tu perdón y juntos somos uno solo.
A veces, sólo es fortuna, y la mía es quererte a ti, en esta vida y en todas las que vendrán, en mis noches y mis días, en la oscuridad y en la luz, en la muerte y en la vida, en la eternidad y lo fugaz, y en la certeza de que eres mi destino, mi futuro, mi final.
LA CHUZMA EDITORIAL 
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