EL POETA MALDITO

Por: Hazzam Gallego

Y qué si no soy un poeta como todos,
Y qué si no me despierta el insomnio,
Y qué si una mariposa no me conmueve,
Y qué si las melodías no me resuenan el alma,
Y qué si la luna me aburre con su pálida luz,
Y qué si la noche no me inspira susurros,
Y qué si mi pluma no es dorada ni mis versos dulces.

Y qué si soy un poeta de la penumbra,
Que bebe del cáliz de la crueldad,
Que observa desde las sombras la maldad humana,
Que encuentra belleza en la maldición,
Que acaricia la sombra del dolor,
Que se deleita en la melancolía.

Y qué si soy un poeta del infierno,
Que se inspira en los muertos y recuerdos tristes,
Que palpa en su piel las cicatrices de los cortes,
Que acumula pensamientos suicidas mientras dibuja figuras abstractas,
Que ya no tiene esperanza y no le teme a nada.

Y qué si no sonrío,
Y qué si no tengo musa,
Y qué si mis palabras no son leídas,
Y qué si mis versos se pierden en el olvido,
Y qué si nadie me aprecia ni me considera bueno.
Y qué si mi corazón late en silencio.

Y qué si mis versos son oscuridad pura,
Que destilan veneno y hiel,
Que hablan del abismo y la desesperanza,
Que recopilan lágrimas en anécdotas de derrotas,
Que no buscan la gloria ni el aplauso,
Que son gritos mudos en la tormenta,
Que Dios les dio la espalda y la fe los abandonó.

Y qué si soy el poeta olvidado,
El que camina solo en la noche sin estrellas,
El que deja su alma en cada línea sangrante,
El que se pierde en la niebla y se camufla entre sombras,
De cabeza agachada y pasos débiles,
El que sabe que su legado será póstumo,
El que entiende que la inmortalidad
Se alcanza en la memoria del olvido.

Y qué si lo soy,
Ya estaré muerto cuando mis versos valgan algo,
Cuando mis letras resuenen en la memoria de la humanidad,
Cuando mi dolor se convierta en su consuelo, y mis problemas en inspiración,
Cuando el hambre se llene de lombrices y mi hogar sea una caja de madera,
Donde solo mis huesos serán polvo,
Mis versos se los devoren las polillas,
Y la oscuridad sea mi eterno descanso.

Cuando mi madre se quede sin lágrimas,
Cuando mi nombre se apague en los labios de quien me pronunciaba,
Cuando mi fotografía se haya desvanecido en la nada,
Y mis letras se hayan perdido en el fondo de la biblioteca,
Saldré de la hoguera del limbo,
Y en la sombra profunda, por fin, encontraré la paz. La paz del poeta maldito.

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